Las rutinas cotidianas, el cansancio, los problemas, los prejuicios sociales y personales, los problemas de comunicación, las enfermedades, el estrés, las preocupaciones, la necesidad de control... pueden hacer que el deseo sexual se reduzca o incluso se extinga en las parejas.

Existe el error de asociar la pérdida del deseo sexual con la pérdida del atractivo de la pareja o la disminución del amor en la relación. Pero no siempre van a la par. Hay multitud de factores que influyen en el deseo sexual de manera directa o indirecta, por ejemplo: la monotonía, la rutina, la comodidad, la pereza, una alteración hormonal, los anticonceptivos, la falta de intimidad, los problemas de comunicación, la falta de confianza, la reducción de la complicidad, tener roles parentales dentro de la relación,... por ejemplo, son algunos de los factores comunes que están presente en muchas relaciones donde el deseo y la picardía sexual se están apagando.

Discernir cuáles son los factores que están influyendo en cada caso particular, recuperar un tiempo abandonado en el placer sexual y re-establecer la ilusión y ánimo para tomar decisiones conjuntas dentro de la pareja, son algunas de las tareas de la psicoterapia individual o de pareja. La psicoterapia resulta muy efectiva en casos como estos. Pero también es cierto, que se podría recurrir menos a ella si fuéramos más creativos en la sexualidad, si ampliáramos nuestra mentes y viéramos la sexualidad como algo más que una descarga a través de lo genital. Si nos recreáramos en nuestros sentidos: con el tacto de la piel de nuestra pareja, con el olor de su cuerpo, con el gusto de su piel, con la vista de sus curvas y dejándose embaucar por el sonido de su lenguaje sexual. Si viviéramos la relación sexual sin manuales, sin expectativas ni exigencias, disfrutando y aprendiendo del otro. Si nos permitiésemos sentir la relación sexual como espacio lúdico y libre donde poder relajarnos en interacción con nuestra pareja. Si olvidásemos los manuales, lo que nos han dicho que tiene que ser o como debería de ser. Si tratáramos de descubrir poco a poco el goce de la intimidad de los cuerpos, sin objetivos, en un espacio de intimidad y confianza, de manera espontánea haciendo aquello que sintiéramos con respeto, compartiendo miedos, deseos, fantasías ... Si todo esto lo pusiéramos en práctica poco a poco cada día, nuestras censuras disminuirían, nuestro deseo crecería y el goce aumentaría.